sábado, 13 de diciembre de 2008

LA VIDA EN ROSA


Quiero hablaros hoy de la película que vi ayer noche, esta vez sí que muy relacionada con la esencia de este blog; la France, pues ella era, como tantos la citaron; “el alma de París”. Me estoy refiriendo a la co-producción franco-checa y británica sobre la vida de una mujer muy especial, Edith Piaf, y su título La vida en rosa, aunque su vida bien poco tuvo de color rosa, más al contrario fue un rudo camino lleno de espinas, espinas sangrantes, trágicas, dolientes. Espinas que comenzaron bien pronto a clavársele en su tierna piel de niña de los barrios bajos de París. Espinas de dolor y abandono que no se lograría arrancar a lo largo de toda su corta vida y que la marcaron muy hondamente, hasta el punto de que no pudo escapar de esos fantasmas de la infancia que la persiguieron hasta el fin de sus días. Fantasmas bañados por el alcohol, el desamor, la crudeza más ruin, fantasmas que no impidieron, por el contrario, que tuviera un corazón más grande que su débil y pequeño cuerpo, un corazón que necesitaba amar, encontrar ese amor que nunca recibió. La Niña Gorrión, muy bien interpretada, desde mi punto de vista, por la actriz Marion Cotillard, que nunca encontró el nido donde depositar los frutos del amor, ese amor de su vida, el boxeador Marcel Cerdan (Pierre Martins), trágicamente fallecido, lo cual produjo en Edith un dolor irreparable, crucial para su carrera y su vida, tras ello su frágil corazón soñador no volvería a recuperarse, pero sus energías y su anhelo por seguir cantando sí, como demostró al cantar con más fuerza que nunca el poema, convertido en canción, que resume toda su vida; Non, je ne regrette rien:

No, no me arrepiento de nada,
Ni el bien que me han hecho, ni el mal
Todo eso me da lo mismo,
No, nada de nada,
No me arrepiento de nada,
Está pagado, barrido, olvidado
Me da lo mismo el pasado.

Con mis recuerdos
Yo prendí el fuego
Mis tristezas, mis placeres
Ya no tengo necesidad de ellos
Barridos mis amores
Con sus trémolos
Barridos para siempre
Vuelvo a partir de cero.

No, nada de nada
No, no me arrepiento de nada
Ni el bien que me han hecho, ni el mal
Todo eso me da lo mismo
No, nada de nada
No, no me arrepiento de nada
Pues mi vida
Mis alegrías
Hoy
Comienzan contigo…

La escasa luminosidad de la mayor parte de las escenas del largometraje la considero muy adecuada para una vida como la del gorrión de París. Su vida no tuvo precisamente colores pasteles, ella misma pedía, cuando estaba enferma, que no descorriesen las cortinas, para impedir que la luz del sol, la luz del día entrara en su habitación. Era un gorrión nocturno y en la oscuridad murió, en la cama de un chalet ubicado en una tierra llena de color y luz, la Provenza, paradojas de la vida. Se apagó su corazón, entre las sombras que la persiguieron toda su vida, pero la luz de su voz quedará por siempre viva.


domingo, 7 de diciembre de 2008

LA HISTORIA DEL CAMELLO QUE LLORA




La historia del camello que llora

No quiero escribir ahora de viajes, en el sentido literal de la palabra, no voy a escribir tampoco sobre rutas por Francia ni tan siquiera de una película francesa. Se me apetece escribir en estos momentos sobre una película de producción alemana, realizada por un grupo de estudiantes de la Escuela de Cine de Munich, filmada en el desierto de Gobi (Mongolia), con escasos medios pero mucha ilusión, me estoy refiriendo a una película encantadora, cuyo título es, para los que no hayan tenido aún la suerte de verla; La historia del camello que llora. Una película documental sencillamente hermosa. Sencilla sí, porque no pretende satisfacer el ego de grandes actores. Los protagonistas de la película, desde el lado humano, son los miembros de una familia, compuesta por cuatro generaciones, de nómadas móngoles. Y desde el lado animal una camella y su cría. Y no se necesita nada más para contar y mostrar una hermosa historia, una historia tan natural como la vida cotidiana de esta familia de nómadas y de los animales, camellos y ovejas, con los que conviven y sobreviven. Una historia que es un bellísimo canto de amor a la naturaleza, un canto al respeto por lo que nos rodea y a la responsabilidad por cuidar y amar lo que legaremos a los que nos precedan.
Resulta también un fascinante paseo, de manos de los productores de la película, por la cultura, las costumbres, los ritos de estos nómadas móngoles. Como es el caso del ritual que viene a ser la piedra angular de la historia; el ritual de la música, pero sobre esto no contaré nada más por si aún no habéis visto la peli. Lamentablemente, hasta donde me he podido informar, muchas de las cosas que vemos en esta película están a punto de desaparecer a manos del capitalismo embaucador, que los engaña privándoles de su inocente libertad allá en el desierto, para empujarlos hacia inframundos urbanos donde terminan siendo esclavos de ese capitalismo seudo-floreciente.
Por ello esta película es también, de alguna forma, un viaje en el tiempo y el espacio, un exótico viaje a la belleza inmaculada de esos severos paisajes del Desierto de Gobi, un sugerente viaje por una cultura tan lejana a la nuestra, un exótico viaje hacia una forma de vida en serio peligro de extinción, a ello se apunta también en una de las últimas escenas de la película, cuando aparecen los niños frente a un televisor, su mundo está cambiando por las imágenes de cristal, como dice el abuelo. En definitiva; un viaje de descubrimiento, de aprendizaje, de reflexión, absolutamente encantador.

sábado, 6 de diciembre de 2008

DE RUTA POR EL SUR DE FRANCIA


Martes 26 de agosto de 2008

Aix-en-Provence, Saint Remy de Provence

Este fue el día en el que comenzamos nuestro paseo por la deliciosa Provenza. Y el primer destino elegido para ello no pudo ser mejor; su capital histórica, Aix-en-Provence, la ciudad que vio nacer a Cézanne y que dio y da cobijo a tantos otros artistas prendados de su luz, de su alegría de vivir, de su aroma. una ciudad repleta de bellísimas plazas, de rincones encantadores, de calles para disfrutar, contemplar, degustar…, pasear plácidamente. Rincones por los que parece que el tiempo no hubiera pasado, calles llenas de animación, de colorido; Rue des Cordeliers, Rue Granet, Rue des Tanneurs, Rue Espariat, la bellísima Rue de Italie, con sus tiendas y comercios llenos de sabor italiano, y tantas otras calles más del viejo Aix. Plazas sencillamente seductoras; Place de Verdun, Place des Prêcheurs, Place Mairie y la apacible placita de Bon Pasteur, justo enfrente de la Catedral tras dejar atrás la Rue Jean de Laroque, calle está donde se encuentra el Instituto de Francés para extranjeros.
Es Aix, al menos a nosotros así nos lo pareció, una ciudad con un marcado sabor italiano, de pronto da la impresión de que te hubieras trasladado de país sin apenas percatarte de ello. El color de sus fachadas, de tonos pasteles, mucho más alegres que los que habíamos tenido la oportunidad de ver en las anteriores ciudades galas, incluso sus ventanas, al más puro estilo veneciano, toscano. Su gente, su aroma, huele a pizza y pasta por todas partes. Pero fundamentalmente es una ciudad mediterránea, con una rica y animada vida universitaria, una ciudad que nos encantó.

139 kilómetros separan Sommieres de Aix. Al llegar aparcamos el coche en un lugar inmejorable; muy cerca de la Avenue des Belges, a dos pasos de La Rotonde, donde se encuentra una preciosa fuente al más puro estilo francés y la escultura de Paul Cézanne, a otros dos pasos de la gran Oficina de Turismo de Aix, y muy cerca del Cours Mirabeau, Boulevard neurálgico de Aix, que divide a la ciudad en sus dos mitades más notables; a la izquierda la Vieja Aix y a la derecha el Barrio Mazarin, donde se encuentra la Ruta de Cézanne. El Cours Mirabeau es un bellísimo y animado boulevard, a la sombra de los plátanos, lleno de terrazas, tiendas y puestos de venta ambulante. Antes de comenzar a movernos por Aix entramos en un local de conexión a Internet y teléfono, que lo encontramos justo enfrente de donde habíamos aparcado, desde donde llamamos a nuestro amigo Juan Ramón para felicitarle por su cumpleaños. Y de allí nos dirigimos a la Oficina de Turismo, donde nos atendieron en español, y nuestro hijo, como siempre, se dedicó a coger todos los folletos que fue encontrándose por su camino. A la salida nos dimos de cara con el ya citado Cours Mirabeau, con la bella fuente de la que ya os hablé más arriba, que quedaba en ese momento a nuestra izquierda, e inmediatamente dedujimos que aquel lugar nos iba a gustar. También frente a nosotros, a nuestra derecha, estaba la entrada al barrio Mazarin, la Avenue Victor Hugo, con sus elegantes casas, y delante de los ojos de nuestro hijo había un bello tío vivo en el cual, lógicamente, se dio su paseíto. Y a continuación nos unimos a la marea de peatones que deambulaba por el Cours Mirabeau, hasta llegar a la Rue Nazareth, por donde nos adentramos a conocer el viejo Aix, desde aquí, tras tomar por la Rue Espariat llegamos a la Place de Verdun, si bien antes hicimos una parada en un local de venta de pizzas en porciones, por aquello de saciar el apetito, pero además el olor que procedía del local invitaba a entrar. En la Place Verdun comienza un delicioso conjunto de plazas y placitas prácticamente unidas unas a otras, aquí encontramos también un agradable mercado donde se vende un poco de todo, desde la Place de Verdun hasta llegar a la Place des Prêcheurs ya no tienes perdida, es dejarse llevar por los puestos del mercado ambulante, por el olor de la lavanda, por los bellos monumentos que las circundan; el Palais de Justice a la izquierda y la Eglise de la Madeleine a la derecha. Si bien llegamos cuando el mercado estaba recogiéndose todavía nos dio tiempo de comprar jabón de lavanda y algún que otro recuerdo. Ahora mismo no recuerdo cuáles.
Cuando llegamos a la verja que da paso a la Eglise de la Madeleine unos operarios, con largas y potentes mangueras, se afanaban ya en limpiar los restos de suciedad dejados por los mercaderes. Tras de ello nuestros pasos nos llevaron hacia la Rue Mignet, Rue Boulegon, Rue Paul Bert hasta llegar a la Place de Mairie, o Plaza del Ayuntamiento o del Municipio, preciosa plaza esta, otra más. En uno de sus comercios adquirimos otros tantos recuerdos. Aquí se puede admirar el Hôtel de Ville, interesante edificio de estilo barroco, pero también una agraciada fuente engalanando el centro de la plaza, sugerentes tiendas de productos típicos de la Provenza, agradables terrazas.
A continuación subimos por la Rue de Jean de Laroque, que va a desembocar a la placita donde se encuentra la Catedral. Por esta calle también se suceden, unos tras otros, tiendas, pastelerías, restaurantes, entre portadas de casas muy agradables a la vista. Al final de la misma se encuentra el Instituto de Francés para extranjeros, un bonito edificio que viene a ser un ejemplo más de la animada vida de esta ciudad; los numerosos extranjeros que hasta aquí llegan para aprender francés. A un paso la Catedral de Saint Sauveur, que toma el nombre del barrio sobre el que se asienta, el más antiguo del viejo Aix, emplazado sobre un antiguo castrum romano. La catedral de Aix no se levantó en cuestión de pocos años, más bien todo lo contrario, comenzó a edificarse en el siglo V y no concluiría por completo hasta el siglo XVI, de ahí la variedad de estilos que presenta; románico, gótico y barroco. Pero este hecho más que deslucirla, tanto en su interior como exterior, le da un atractivo muy interesante, pues, por otra parte, cada uno de los estilos que exhibe resultan bellos y armoniosos en su conjunto. En el interior de la misma gozamos, durante varios minutos, con la belleza espontánea que nos regalaron, a todos los que allí nos encontrábamos, dos jóvenes que tocaban música, uno de ellos en el impresionante órgano de la catedral y su amigo, de rasgos orientales, que le acompañaba en unos temas con flauta y en otros con violín. La experiencia resultó de lo más deliciosa. Fue el broche de oro a nuestro paseo por Aix, la ciudad que nos había brindado los momentos más encantadores desde nuestra llegada al sur de Francia.

domingo, 30 de noviembre de 2008

DE RUTA POR EL SUR DE FRANCIA


Lunes 25 de agosto


Beziers


Beziers es una bonita ciudad, si bien a nosotros nos pareció una ciudad venida a menos, algo abandonada, pero que merece una visita. Se encuentra situada en el interior, a poco más de 22 kilómetros de la costa mediterránea, en concreto de la muy turística localidad de Agde, lo cual le aporta un ligero toque mediterráneo.
Aparcamos el coche en la Avenida, Paseo y Boulevard Paul Riquet, punto neurálgico de la ciudad, animado lugar de encuentro, bordeado de tiendas y bares. Al final del paseo, desde donde nosotros nos encontrábamos, se divisaba la silueta de un edificio de corte neoclásico y hacia allá nos dirigimos. El bello edificio corresponde al Teatro Principal de la ciudad, o al menos al más longevo, inaugurado a finales de la primera mitad del siglo XIX, de estilo neoclásico inglés e italiano, de comedidas y armoniosas dimensiones, con tres bellísimas puertas de acceso fabricadas en bronce. El interior, al parecer también muy interesante, nos quedamos con las ganas de verlo.
Tras dejar atrás el Teatro nos encaminamos a descubrir el casco viejo de la ciudad. A pocos minutos de allí se encuentra la Place de la Madeleine y la iglesia del mismo nombre. Antes de llegar a dicho lugar tuvimos la oportunidad, por llamarlo de alguna manera, de presenciar como un individuo se dedicaba a autodestruir su coche. El individuo o estaba absolutamente ebrio o bien era presa de un mayúsculo ataque de histeria, que lo llevaba a darle golpes a su vehículo, sin necesidad ni justificación pues tenía espacio libre de sobra para maniobrar. Como una exhalación llegó derrapando por detrás de nosotros y se fue a estampar con la primera esquina que encontró. A pesar del fuerte golpe, que destrozó uno de los faros, al cual hizo añicos, y buena parte del guardabarros delantero, ni se molestó en bajar del coche para contemplar los daños, con la mayor brusquedad dio marcha atrás, esta vez para acabar destrozando el guardabarros trasero, y por si eso no le bastara se marchó, como si nada, arañando el asfalto con los guardabarros que colgaban. Lo más increíble es que no huía de nada ni nadie, al menos aparentemente, tras él no había ningún coche policial ni nada que invitara a pensar que escapaba de algo.
Bien, volvamos a donde estábamos, la Place et Eglise de la Madeleine. A primera vista nos resultó este lugar, nada más verlo, un tanto mágico, transmitía algo especial. Por suerte en ese momento no conocíamos la historia que acompaña a este añoso enclave de Beziers. Fue este lugar muy negro para la triste epopeya de los cátaros. En este lugar fue donde el 22 de julio de 1209 el legado pontificio Arnaud Amaury respondió a los cruzados que le preguntaban sobre cómo reconocer a los cátaros entre la población de Beziers: “Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos”.
La Eglise de la Madeleine, la cual se remonta al siglo X, está construida con caliza marina, lo que le da, cuando el cielo se presenta del azul que nosotros contemplábamos en esos momentos, un particular tono blanco muy luminoso, por lo demás su aspecto tanto exterior como interior es muy sobrio. Poco después de acceder al interior comenzó a sonar una melodía muy agradable a los oídos, y la magia que nos trasmitía el lugar más la melodía nos invitaron a permanecer sentados allí, abstraídos, contemplativos, un buen tiempo.
A pocas calles de la Madeleine, en dirección a la Catedral de Saint-Nazaire, se encuentra el edificio del Mercado. Interesante construcción de finales del XIX que, lógicamente, también se encontraba cerrado. A estas alturas de la ciudad nos encontrábamos un tanto despistados, sin saber muy bien cómo llegar a Saint-Nazaire, no porque tuviéramos especial interés en conocer la Catedral, más bien era por contemplar la panorámica que se observa desde los jardines contiguos a este enclave de la ciudad. Para situarnos un poco tuvimos a bien preguntar a una pareja de edad avanzada que se acercaba hacia donde nosotros nos encontrábamos. Les preguntamos intentando hacer uso del mejor francés posible, dentro de nuestras limitaciones, y ellos nos respondieron, para sorpresa nuestra, en un perfecto español. Fuimos a cruzarnos en el camino con una pareja de emigrantes españoles, llevaban viviendo en Francia desde finales de los años cincuenta, que nos hicieron vivir una deliciosa experiencia, tanto que al final nos terminaron invitando a su casa. Además eran muy graciosos. Llevados por el hilo de la pregunta que nosotros les hicimos; ¿podrían decirnos dónde está la catedral?, comenzamos una animada e interesantísima conversación. El señor demostró, inmediatamente, gracias a nuestra pregunta, su escasa simpatía por la iglesia y los curas. No tuvo pelos en la lengua para ponerlos a parir, para hacernos llegar sus impresiones, su rabia por el inmenso daño que la Iglesia y los curas le habían hecho a España. Pero era muy gracioso como lo contaba. Su mujer, algo más comedida, nos fue narrando su vida allí, cómo llegaron, sus primeros vecinos, su primera casa, los primeros pasos de su hija en una escuela francesa, absolutamente laica, con una exquisita educación. Del trabajo en el campo donde vivían. Él trabajaba como jardinero, ella no recuerdo muy bien de qué, pero lo que si recuerdo es con la enorme satisfacción que contaba cómo se sacó el carnet de conducir al poco tiempo de llegar a Francia. Sabía que a partir de ese momento ese iba a ser su nuevo hogar y por lo tanto ella tenía que dejar atrás, lo antes posible, la represión, la cochambrosa mentalidad del pueblo extremeño del que partieron, dejar atrás lo antes posible la idea de mujer que se tenía en la España franquista. Ella quería ser una mujer francesa, integrarse plenamente en la sociedad que les había acogido, muy bien según ellos. A los pocos meses de llegar su hija ya jugaba con otras niñas francesas de su misma edad. Hoy en día su hija tiene un buen trabajo allá en Beziers y ellos una bonita casa en el mismo centro de la ciudad, a escasos metros del Mercado donde los encontramos. A su casa nos invitaron a subir, una casa antigua de dos plantas, con garaje particular y una entrada muy elegante. Nos la estuvieron mostrando y terminamos los cinco sentados en la cocina, conversando y tomando sirope de fresa. Es lo que se acostumbra a tomar allí a esas horas de la tarde, las cinco aproximadamente. Nos hicimos un par de fotos, nos dimos las direcciones y nos despedimos agradecidos y felices de habernos conocido. Más tarde nos dimos cuenta que la cámara nos había fallado, una vez más, con lo cual no hemos podido conservar el recuerdo visual de aquel bonito encuentro. Al menos queda en la memoria y en el corazón tan gratificante experiencia. Es difícil que nos volvamos a ver, ya ellos son muy mayores, aunque se conservan muy bien, y no es probable que vengan por España y en nuestro caso no sé si algún día volveremos por aquellas tierras. Que las nubes que ahora contemplo desde mi ventana del salón les lleven muchos besos y abrazos de nuestra parte. Gracias queridos amigos.

Tras despedirnos nos dirigimos hacia la Catedral de Saint-Nazaire, a escasos pasos de la casa de nuestros amigos. El barrio donde ellos viven, el Quartier Canonial, es el más antiguo de la ciudad, sus calles están repletas de casas nobles, grandes mansiones hoy rehabilitadas como viviendas, centros administrativos u hoteles, calles que van a desembocar a la plaza de la Catedral y el Palacio Episcopal. El conjunto monumental se encuentra situado en lo alto de una colina, con lo cual su imponente fachada se observa kilómetros antes de llegar a la ciudad y desde muy distintos puntos de vista. Pero a pesar de su monumentalidad, arquitectónicamente hablando no es de los edificios más notables de la zona, en particular el exterior del mismo. Cuando lo contemplas con tranquilidad la impresión que causa es la de un edificio que estuviera por terminar. El Templo primigenio fue incendiado durante la cruzada contra los albigenses, siendo reconstruido durante los siglos XIII y XIV. El interior es algo más armonioso, además tuvo bastante tiempo para recrearme y tomar una opinión más acertada mientras mi mujer y mi hijo optaban por subir a lo más alto del edificio a través de una estrecha y empinadísima escalera de caracol, idea esta de la que yo desistí inmediatamente por mis problemas de vértigos y oídos. Según me contaron desde allá, en el punto más alto del edificio, se gozaba de una vista excepcional, alucinante, panorámica que yo me tuvo que conformar con ver unos cuantos de metros más abajo, en la balaustrada de los jardines del conjunto catedralicio. La vista que se observa desde lo alto de la colina es impresionante, con el hermoso Canal du Midi a los pies de la misma, abrazado por la bella campiña de la comarca de Beziers. A lo lejos se distinguían los bateaux que navegan el Canal. Canal tantas veces dibujado por renombrados pintores que tuvieron a bien elegir estas tierras para manifestar su genialidad. Y con el recuerdo de tan bella estampa y tan apacibles pensamientos me despido de este paseo por la memoria que me llevó, por unos momentos, de nuevo a Beziers.

domingo, 23 de noviembre de 2008

DE RUTA POR EL SUR DE FRANCIA


Lunes 25 de agosto de 2008


Séte y Beziers


Siguiendo la recomendación que nos hiciera la chica murciana de Castries, el lunes nos acercamos hasta Séte, ciudad costera situada a unos 30 kms. de Montpellier. Ciudad natal de Paul Valéry y Georges Brassens.
El camino hasta esta localidad nos dio la oportunidad de conocer nuevos paisajes, absolutamente distintos de los gozados desde nuestra llegada a Francia; paisajes de marismas del Mediterráneo francés, pero en concreto del Languedoc, ya que, por fortuna, para mayor deleite de los sentidos, no hay uniformidad en todo el paisaje mediterráneo francés, y el de esta zona del Languedoc poco tiene que ver con el de la zona de Cevennes, por no hablar de La Camargue.
La recomendación de esta persona se centraba en la Fête de Saint Louis, multitudinaria fiesta en la que se celebran regatas, torneos y demás actividades típicas de este tipo de fiestas, en honor, para el caso, de este señor. Ojito que he usado el calificativo “multitudinaria”, ya con esto, en lo que a nosotros respecta, está dicho casi todo. El sentido de la fiesta multitudinaria no encaja muy bien con nosotros, que solemos huir, por principio, de este tipo de aglomeraciones festivas. La Fête de Saint Louis no fue una excepción. Comprendo que muchos no compartan lo que voy a decir, pero para nosotros este tipo de acontecimientos, igual que las guerras, sacan lo peor de muchos de los que asisten. Cuando llegamos era poco más de las doce, o sea quedaba todo un día de fiesta por delante, pero aún así numerosas calles ya estaban invadidas por fétidos olores y basura, música estridente y machacona y jóvenes que, a pesar de la suciedad del asfalto, se paseaban, ya un tanto ebrios, descalzos de pies.
No sé si la impresión que nos causó Séte hubiera sido mejor de acudir un día normal. No estoy muy seguro de ello, porque, dejando a un lado la fiesta, la ciudad tiene poco que ofrecer, a no ser el paseo en la desembocadura del río y algunas de sus calles céntricas, pero poco más. Una vez que te sales de ese núcleo principal lo que encuentras son calles sucias, en galopante estado de dejadez, de casas y fachadas destartaladas, desproporcionadas, sin el más mínimo sentido de la armonía y el buen gusto, sin encanto alguno. La zona del puerto tampoco presenta motivos dignos de destacar. A ello se sumó un bochornoso calor.
En fin, si no hubiera sido porque Séte fue el lugar donde conseguí encontrar un cibercafé, desde el que avisé que iba a tomarme un día de asuntos propios, la visita a esta ciudad habría sido aún más corta.

ODETTE, UNA COMEDIA SOBRE LA FELICIDAD


Domingo 23 de noviembre de 2008


En mi casa; Odette, una comedia sobre la felicidad.

Sí, ya sé, os sorprenderá la fecha y el título con el que abro este nuevo capítulo, que nada tiene que ver con relatos viajeros. Hasta hay todo correcto. Pero un blog viene a ser, también, una especie de diario en el que dejar plasmadas nuestras impresiones, emociones, opiniones o lo que nos de la gana sobre algo en concreto. Y es lo que ahora hago, dejar mi comentario sobre la película que ayer por la noche vimos en casa, cuya nacionalidad, por otra parte, está absolutamente relacionada con el país al que está dedicado este Diario; La France, y el nombre de la película Odette, una comedia sobre la felicidad. Una película que me la recomendó una amiga hace unas semanas y desde entonces tenía ganas de verla.
Afortunadamente mi amorcito, la razón de mi vida, está en un curso de francés en la Universidad donde ahora, gracias también a la confianza que desde siempre ha puesto en mis posibilidades, ambos trabajamos, ella desde hace más de quince años y yo desde hace unos meses. Gracias a ese curso y al placer que el mismo le produce, y a mí que me lo cuente y me hable de su elegante y cultísimo profesor, ha regresado a casa su habitual pasión por la cultura y la lengua francesa. Con lo cual ambos, cada uno por un motivo; ella por el hecho de ser francesa y yo porque me la habían recomendado, teníamos muchas ganas de ver esta película.
Y al escribir sobre la película también escribiré de mí. Sí, de mí. Porque, según el momento, según la emoción que me transmitía me venía a sentir identificado con uno u otro personaje. Al fin y al cabo es lo mejor que tiene el cine si te dejas llevar por su magia; el que de alguna forma seas un personaje más de la película que estás viendo. Este tipo de cine francés me encanta; muy humano y natural pero a la vez fantasioso, sencillo y sofisticado, elegante, yo me quedaría con esto último; elegante. Las buenas películas no necesitan de profusos efectos especiales, ni de arrebatadoras escenas de cama, no requiere de diálogos soeces ni estúpidos aspavientos para hacer mal reír a un público sediento de esas idioteces, no, Odette no tiene ni necesita esos “añadidos” para hacerte pasar un rato muy agradable.
Odette es un canto a la felicidad, al optimismo. Me encanta el personaje interpretado por Catherine Frot, Odette. Su ingenuidad, la expresión de su cara, su actitud permanentemente positiva ¡qué envidia!, sus sueños, sus fantasías, su natural estado de alegría.
El otro personaje es un escritor de “éxito”, Albert Dupontel (Balthazar Balsan), que vende miles de libros para un público nada intelectual, según los críticos más sesudos, que aparentemente lo tiene todo pero su vida es un tanto infeliz.
Yo me sentí identificado, de alguna manera, con sus obsesiones, con sus manías, con sus continuos cambios de ánimo. Y ahora hablo de mí y mis obsesiones, ese empezar y no parar de darle vueltas y más vueltas a las cosas. En fin, nadie es perfecto.
Con Odette me vi identificado en sus fantasías, su desbordante imaginación, sus ganas de vivir, su ingenuidad, su aparente insignificancia para los demás, ni su propia hija le presta atención, eso mismo que su idolatrado escritor le dirá a la cara en una de las escenas; escribo para las peluqueras, las amas de casa, las cajeras, como tú. Sí, ella es una simple cajera, no es la gerente de los grandes almacenes donde trabaja, pero rebosa humanidad, simpatía, vitalidad. Por eso hablo de “aparente” insignificancia. Ella es un número más en la lista de empleados, un ser insignificante, sí, pero el escritor de éxito va a buscarla, la necesita cuando está hundido, para que le inyecte todo eso que a ella le sobra y él no tiene. Es un símil de la vida; ¿qué harían, qué sería de los supuestos personajes importantes sin el trabajo, sin la presencia de los “insignificantes”? NADA. Para mí este es otro de los pilares de la película; un canto al valor de las personas, por encima de clichés y etiquetas absurdas.
Me resultó muy divertido también el personaje de Jesús y las preguntas que Odette le formula cuando se lo encuentra. Es sencillamente genial, sin negarle el sutil cariz religioso que el director nos quiere hacer llegar.

Y, como yo soy muy sensible pues, lógicamente, se me fue alguna que otra lagrimita en las escenas finales, pero no cuento más por si acaso no habéis tenido aún la suerte de verla. Resumiendo, parece que la película estaba ahí, hasta el viernes por la noche no se terminó de descargar de Internet, esperando el momento idóneo para que la pudiera visionar, y ayer fue uno de esos momentos idóneos. Necesitaba ver una película como Odette después del último día de trabajo, un tanto desagradable, que tuve. Una mañana de viernes salpicada, desde principio a fin, de contratiempos, sinsabores, estúpidas prisas innecesarias, cómo me jode el rollo de la urgencia, esto es urgente, aquello es urgente, esto tiene que estar terminado para hoy, cuándo nos daremos cuenta de que las prisas de última hora no sirven más que para que las cosas salgan rematadamente mal, urgente, urgente, urgente, nada hay más urgente que la VIDA y Odette, mis querid@s amig@s es precisamente eso; UN CANTO A LA VIDA.

sábado, 22 de noviembre de 2008

DE RUTA POR EL SUR DE FRANCIA




Domingo 24 de agosto de 2008. II parte




Narbonne y Pezenas




Narbonne

A unos 60 kilómetros de Carcassonne, en el camino de regreso hacia Sommieres, se encuentra la Citè de Narbonne.

Narbonne podría ser una ciudad mucho más bonita de la que nosotros encontramos que si no fuera por lo descuidada que está en muchos aspectos; suciedad en sus calles, abandono de fachadas y algunos monumentos, lamentable estado de abandono de sus zonas ajardinadas. Pero en fin, pasemos a todo aquello de interés que la ciudad te ofrece, que, dejando a un lado todo lo anterior, invita a una visita. Por ejemplo los puentecillos que cruzan el río, algunos con un añoso encanto, los bateaux que te llevan de paseo por el Canal del Midi y, por supuesto, el conjunto monumental de la Catedral de Saint Just y el Palacio Arzobispal, que acoge, hoy en día, a dos museos: el Museo Arqueológico y el Museo de Arte e Historia. Destaca de esta Catedral, según la información que llevábamos y la que nos dieron en Carcassonne, sus vidrieras, pero nos tuvimos que conformar con ver ambos edificios desde el exterior, pues en esos momentos se celebraba un bautismo, al parecer el hijo/a de algún personaje importante, motivo por el cual estaba vetada la entrada. En vista de esto optamos por seguir conociendo el centro de la ciudad, preferentemente lo más cerquita posible del río, donde se aprecian las mejores estampas de Narbonne. Y como aquello no daba para mucho más volvimos al camino.

Pezenas

Y por el camino decidimos hacer una parada en Pezenas, la ciudad predilecta de Moliere. Si la visita a Narbonne nos resultó un tanto decepcionante, la parada en Pezenas fue un magnífico broche de oro para concluir la ruta del domingo. Además cuando llegamos a esta auténtica ciudad-museo estaba cayendo la tarde, con lo cual los colores del crepúsculo la hacían aún más bella. Poco después de aparcar el coche cayó la noche, envolviendo de magia la visita a esta hermosa ciudad, cruce de caminos en la Edad Media, encrucijada que hizo de ella un lugar muy importante en cuanto a ferias y mercados, que le dieron un notable poder económico, fruto de aquel tiempo dorado es la riqueza arquitectónica que hoy tenemos el gusto de apreciar, así como sus notables páginas de Historia. Como la de la importantísima comunidad hebrea que tuvo cobijo en estas tierras. Hacia el 1298 dio abrigo esta ciudad a una significativa población judía, principalmente procedente de España, Portugal e Italia que tuvo a bien llegar a esta ciudad atraída por la fama de sus ferias. Ello dio lugar a una de las más notables juderías del sur de Francia que tuvo un dramático final con la expulsión de los judíos de los territorios de Francia.
Pasear por esta hermosa ciudad envuelta por el atractivo de la noche nos brindó una experiencia inolvidable, además se mostraba para nosotros con sus calles casi desiertas. Algún que otro comercio abierto, entre ellos una de las sucursales de los famosos caramelos “berlingots” y, por supuesto, cómo olvidar la bonita tienda de recuerdos donde recalamos poco después de llegar a Pezenas, la cual nos brindó la oportunidad de conocer a unos nuevos amigos. Desde la calle nos llamó la atención lo que el comercio ofrecía y nos decidimos a entrar. Al escucharnos hablando en español la dueña del comercio se nos acercó, nos preguntó por nuestro lugar de procedencia, a lo que nos respondió diciendo que a ella le encantaba Andalucía. Nos habló un poco de la historia de su ciudad y prometió que nos escribiría. Hoy, felizmente, puedo decir que cumplió su promesa; nos escribió, adjuntándonos una postal de su bella ciudad. ¡Muchas gracias amiga!
En la plaza contigua al comercio de nuestra amiga nos sentamos para tomar unos crepes. No es por presumir, pero los que nosotros hacemos en casa están más buenos. Lo mejor de los crepes fue la parada que nos permitió contemplar con detenimiento la bonita plaza. Unos calles más arriba encontramos otro nuevo amigo; un lindo gatito que nos acompañó unos metros e incluso quiso comer algunos bocados del croissant que habíamos comprado para la merienda de nuestro hijo.

Destaca también de Pezenas la perfecta alineación de sus casas, formando un conjunto de gran armonía, las pequeñas plazas, sus encantadores rincones. No tuvimos ocasión de mucho más, era ya demasiado tarde y aún teníamos por delante varios kilómetros antes de llegar a Sommieres, además nos dimos un susto de muerte cuando vimos salir de un oscuro callejón a un individuo que ocultaba entre su brazo y su costado una katana que te ponía la piel de gallina. El individuo en cuestión no tenía cara de buenos amigos, además caminaba a paso ligero mirando continuamente de un lado a otro, como si huyera o fuera en busca de algo o alguien, mejor no pensarlo.
Pezenas y nuestra nueva amiga quedan en el recuerdo, a la espera de que algún día volvamos otra vez a esta bellísima ciudad que tan grata experiencia nos brindó.




DE RUTA POR EL SUR DE FRANCIA




Domingo 24 de agosto de 2008

Carcassonne, Narbone, Pezenas

180 kilómetros nos separaban del primer destino elegido para el último domingo de agosto, 180 kms. o una hora cuarenta y cinco minutos por autopista para llegar hasta Carcassonne, la famosa ciudad medieval del País Cátaro. Un camino que lo tomamos con calma, nadie nos esperaba y Carcassonne no iba a marcharse ese día, precisamente, del lugar en el que lleva asentada por cientos y cientos de años, por lo tanto ¿para qué correr? A mitad de recorrido tuvimos a bien parar en una de las estupendas áreas de descanso de las autopistas galas, el área que se encuentra poco después de pasar Béziers. De ella nos marchamos satisfechos y con algunos útiles y bonitos recuerdos. Este fue el trayecto de las caravanas y autocaravanas, os lo prometo, en los muchos kilómetros recorridos en este hermoso viaje ningún día vimos tantos vehículos de este tipo como en camino hacia Carcassonne, es curioso en verdad, la gran mayoría llevaban la misma dirección que nosotros. Esto nos llamó mucho la atención, principalmente por el hecho de que la mejor climatología se da en la zona de donde nosotros proveníamos; el suroeste francés. Sea como fuere es motivo de gozo para mí volver a recordar los kilómetros recorridos entre Narbonne y Carcassonne. Bellos paisajes de naturaleza agreste, seductores pueblos allá a lo lejos, en armonía perfecta con el entorno natural que los envuelve. Por doquier, a tu derecha o a tu izquierda, cual si hubieran sido engendrados por los rudos montes, los restos de un château, de una abadía, de una torre, de un pedazo de historia, muchas veces negra, para desgracia de estos parajes y de las gentes que lo habitaban, sobre todo de unos en particular; los Cátaros. Historia teñida de sangre, de barbarie y sinrazón. La historia de una comunidad de personas, los Cátaros, que dudo mucho que merecieran la tragedia que los exterminó. El pueblo los conocía como “de bons hommes”, sobran las traducciones, el calificativo lo dice todo para recalcar aún más su triste final. Seguiría escribiendo sobre este tema, pero no quiero añadir más comentarios, cada cual que extraiga su propio opinión.
A eso de las doce llegamos a Carcassonne. En un principio aparcamos el coche en la Ville Basse (ciudad baja) en las calles adyacentes de la Square Gambetta; un inmenso, feo y desolado espacio que hace las veces de plaza, no sé si en algún momento tendrá algún uso, ya sea como espacio de música al aire libre, espectáculos de calle, etc., pero así, tan vacua como nosotros la contemplamos, no invitaba más que a marcharse de allí cuanto antes. Por otra parte, todo sea dicho, lo más interesante de la municipalidad de Carcassonne no es, por supuesto, la Ville Basse, lo mejor espera al otro lado del río Aude. Si bien esta primera parada nos sirvió para acercarnos a la oficina de turismo, donde recogimos bastante información sobre la Citè y los alrededores, además atendidos amablemente en español. Ahora que lo menciono, en esos días festejaba la alcaldía de Carcassonne la Semana de España; exposiciones, actuaciones musicales, verbenas…, todo ello aderezado con el engalanamiento de calles y comercios del centro de la ciudad baja con los colores de la bandera nacional. Nos resultó cuando menos curioso todo aquello, aunque también un tanto cutre y desorientado en el fondo y en las formas, pues la imagen que se vendía de España recordaba mucho a la que el régimen franquista se dedicó a malvender y exportar cuando comenzó el boom turístico.
Cruzamos el río por el Pont Neuf. La panorámica de la ciudad medieval que se observa desde este lugar es impresionante; el Pont Vieux en primer plano, a sus pies el caudaloso Aude, y por incomparable escenario la magnífica ciudad fortaleza.
Tras dejar atrás el puente se llega a los jardines Pere Sire, encantador rincón, no por los jardines sino por las hermosas estampas que lo abrazan; el Aude a su derecha, el Pont Vieux a la izquierda y a nuestras espaldas la ciudad medieval. Aprovechamos el lugar para que nuestro hijo diera rienda suelta a sus necesidades de saltar, subir, bajar toboganes y todas esas gozosas actividades que los niños de hoy en día pueden realizar en las zonas de juego que pueblan parques y jardines. Quién fuera niño para poder disfrutar de todas estas cosas que no teníamos en nuestra infancia. Ahora bien, nosotros teníamos el privilegio de poder jugar con absoluta tranquilidad en la calle, en nuestro barrio, libremente, sin necesidad de encerrarnos en recintos delimitados o absortos con innumerables maquinitas. Toda época tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, ¿no os parece? No sería mal tema este para un interesante debate. Mientras que Alejandro se desfogaba, yo retomé el camino andado para cambiar el coche de aparcamiento. A la vuelta estacioné en la Rue du Jardin Boume, un bonito paseo natural junto a uno de los brazos del río donde muchas personas se paran a descansar, comer o simplemente contemplar y disfrutar tan pintoresco lugar. Desde aquí comenzamos la subida hacia la ciudad medieval: rue Merlane, rue Barbacane y rue Petite Côte, hasta llegar a una de las majestuosas puertas que dan paso a Carcassonne. Irrefutablemente bajo el dintel de entrada toca disparar una o varias fotos, mejor fotos que no ballestas, y asomado a la balaustrada es imprescindible hacer una pausa para saborear, con la tranquilidad que proporciona que a estas alturas del lugar todavía no haya muchísimos turistas, todo lo que la vista te permite contemplar. Siglos de historia nos observan, guijarros centenarios que te invitan a entrar, murallas que han visto desgracias y alegrías. Murallas, piedras de historia aparentemente inertes, allá cuasi perennes, ofreciendo ante nuestros ojos un escenario sublime; a nuestros pies la mansedumbre estival del Aude, a lo lejos la bella campiña del País Cátaro y abrazándonos la Fortaleza. Cuánto no habrán visto esos muros, cuánta sangre derramada inútilmente en esos campos que se ven allá a lo lejos. Cuánta belleza y cuánta violencia a un mismo tiempo, arte y barbarie dándose la mano cuál tétrica obra sobrehumana, la grandeza y la bajeza humana. Así fueron, somos y seremos. Imagina, sueña, disfruta, evádete aquí cuanto puedas, la horda de turistas, unos pasos más arriba, ya se encargará de devolverte a la realidad. Esta es la Carcassonne que vas a encontrar; historia por doquier y turistas a miles. Sea como fuere, si tienes ocasión date el gusto de verla.

domingo, 16 de noviembre de 2008

DE RUTA POR EL SUR DE FRANCIA


Capítulo IV


Sábado 23 de agosto. Castries


Como habréis observado he pasado por alto Le petit paradise, al cual menciono en el encabezado de este día, sábado 23 de agosto. El motivo es que en dicho lugar todo se queda en el nombre, muy bonito y sugerente pero nada más, además tuvimos que recorrer varios kilómetros en su busca, cuando lo teníamos, supuestamente, muy cerca de Montpellier, y cuando lo encontramos la decepción fue mayúscula. Nuestra intención era llevar a nuestro hijo a una granja-escuela, y eso era precisamente lo que nos vendía el folleto informativo que recogimos en la oficina de turismo de Montpellier. Una vez en el susodicho lugar, cuando por fin lo encontramos, no íbamos a marcharnos sin entrar, teniendo en cuenta además que nuestro hijo, desde su asiento, no dejaba de reclamar la pronta llegada al pequeño paraíso. ¡La leche con el petit paradise!, la entrada costaba un dinero curioso si se le compara con la calidad que ofrecía en todos los aspectos; NULA, en instalaciones, servicios, personal, limpieza…, lo mejor de todo, y con esa simpática imagen nos marchamos, fueron las cabritas que brincaban por doquier, aquello parecía Heidi, Pedro y sus cabritas. Además se les podía echar de comer, a la entrada te ofrecían, con el precio de la entrada, un vasito con comida para las cabritas, después, si querías seguir ofreciéndoles comida, tenías que comprarla en unos surtidores que estaban distribuidos estratégicamente por la “granja”. En fin, poco más puedo contar de este lugar. Otro aspecto interesante era el huerto que se encontraba a la salida de la granja, pero para entrar en él también había que pagar. En la France se paga por todo, hasta los más mínimos detalles.
Después de tanto tiempo perdido en busca del pequeño paraíso, no había más remedio que tomar el camino de vuelta hacia Sommieres, antes de que la noche se nos viniera encima. La vuelta decidimos hacerla a través de las hermosas carreteras secundarias que vas encontrando por estas tierras, por ellas tienes la oportunidad de ir cruzando por aldeas y pueblos que de otra forma no llegarías a ver, y de esta manera concluimos hacer una parada en el pueblo que más sugerente nos pareciera a simple vista. La palma se la llevó, en esta ocasión, Castries. Bonito pueblo situado a medio camino entre Montpellier y Sommieres. Cuando aparcamos el coche en la plaza principal el reloj marcaba las ocho y media de la tarde, pero por el aspecto de sus calles y plazas cualquiera diría que eran más de la cuatro de la madrugada; todo absolutamente despoblado. Los únicos habitantes que nos encontramos poco después de aparcar el coche fueron tres gatos, cada uno saliendo a dar un paseo tras dejar atrás sus respectivas casas. Más arriba tuvimos la suerte de tropezarnos con presencia humana; eran tres mujeres que al escucharnos hablar se acercaron a nosotros. Se trataban de una española de Murcia y sus dos amigas francesas. La española llevaba casi toda su vida viviendo allí, y si bien se sentía feliz viviendo en aquel apartado lugar echaba de menos, como así nos lo confesó, el ambiente nocturno de España, sobre todo en verano. Ella nos recomendó lugares para visitar y actividades para los demás días. Nos regaló un mapa de carreteras de Francia, con muy buena definición gráfica y después de una animada charla nos despedimos, supongo que hasta siempre, así como de Castries.

DE RUTA POR EL SUR DE FRANCIA


Capítulo III


Sábado 23 de agosto de 2008


Montpellier, Le petit paradise y Castries.


Tras el delicioso petit dejeneur y el no menos placentero paseo desde el apartamento hasta el lugar donde teníamos aparcado el coche, por el cual teníamos que cruzar el río, nos dirigimos por autopista hacia Montpellier, capital del Languedoc-Rousillon, situada a poco más de media hora de nuestro lugar de residencia. Si bien suele haber bastante tráfico, la autopista es la mejor manera para desplazarse por estas tierras de Francia. Teniendo en cuenta los kilómetros recorridos y la calidad de las áreas de descanso, sencillamente fenomenales, puedo decir, sin temor a equivocarme, que vienen a ser casi más baratas que en España. Aparcar en Montpellier es bastante complicado, al menos para nosotros fue tarea imposible de realizar, con lo cual, después de dar varias vueltas a los alrededores del centro, tuvimos que terminar dejando el coche en un parking subterráneo, que, como veréis tras recoger el coche, no es la solución más idónea, pues poco más de cuatro horas de parking os puede salir por un dinerito curioso. Lo mejor es dejar el coche a las afueras de la ciudad y subiros a uno de los tranvías que os dejan en el mismo centro, pero, os confieso, no sabíamos nada de esto, con lo cual tuvimos que terminar pagando la “novatada”, eso sí el parking donde dejamos el coche no podía estar mejor situado. Cuando subimos a la superficie nos encontramos con la gratísima sorpresa de estar en la Place de la Comedie, justo enfrente de la Opera Comedie. Es esta una plaza muy bella, llena de vida, de gente transitando de un lugar a otro de la ciudad, tranvías y trenesitos turísticos que buscan llevarte a otros rincones de la ciudad o bien transportarte para que conozcas, a un ritmo pausado, silencioso pero muy bien explicado, los puntos más notables de la ciudad.
Esta hermosa plaza nos hizo recordar, por unos momentos, a la Place de la Opera Garnier de París. En el centro de esta bella plaza se encuentra la Fuente de las Tres Gracias, de finales del siglo XVIII, de esta misma época son la mayoría de los edificios que la circundan. De aquí parten, asimismo, la Explanade Charles de Gaulle y el Boulevard des Bonnes Nouvelles, plácido paseo junto al cual se halla el impresionante Centro Comercial “Le Polygone”diseñado por el arquitecto Ricardo Bofill.
Tras el agradable paseo en tren comenzamos nuestro camino por la Rue de la Loge, en busca de la Place de Jean Jaures y la Place Castellane, donde se sitúa el Mercado de abastos del centro histórico de la Ville du Montpellier (Halles Castellane). El edificio merece mucho más la pena desde el exterior que en el interior. El interior cuenta con algunos puestos interesantes pero, en los cuales, hay que apretarse muy bien el bolsillo, porque los precios, al menos desde nuestro punto de vista, eran un poco abusivos, teniendo en cuenta que estábamos en el mercado de abastos. De aquí nos marchamos, más que nada por llevarnos algo, con una bolsita de aceitunas en las cuales la buena presencia le ganó la partida al fino paladar.
Pasear por el centro de Montpellier es toda una delicia. Es una ciudad muy elegante, limpia, con un afrancesado sabor mediterráneo y un atlántico aire parisino, llena de placitas donde tomar relajado un café o un tentempié, mientras se contemplan los bellos edificios que suelen envolver a cada una de estas coquetas plazas; Place Petrarque, Place du Marche aux fleurs.
Al salir del mercado seguimos nuestro camino por la Rue de la Liberté, a partir de aquí van dándose cita los comercios más lujosos de la Ville, hasta llegar a la Place des Martyres de la Resistance, de aquí a un paso el Arc de Triomphe, que sirve de bellísimo marco a la Plaza y Jardines Royale du Peyrou, y en el centro de la misma la estatua ecuestre de Luis XIV, situada, siguiendo los deseos del monarca, en el punto más alto de la ciudad. El monarca ordenó, y según parece se cumplieron fielmente sus deseos, incluso en nuestros días, que ninguna construcción o monumento de la ciudad quedara por encima de su efigie. Dicha figura se encuentra rodeada de unos jardines al más puro estilo francés, desde los cuales se observa una bonita panorámica de la ciudad y sus alrededores.
El camino de vuelta nos dio a conocer entre otros interesantes lugares, en primer lugar, un comercio dedicado a la música clásica en sus más diversos estilos y edades, desde lo más antiguo a lo más nuevo, con músicos absolutamente desconocidos para nosotros, algunos de ellos ya los hemos descargado de Internet y, verdaderamente, no nos han decepcionado. Para nuestra pena el comercio estaba cerrado, serían las dos de la tarde cuando andábamos por esas calles y, lógicamente, a esa hora no podíamos esperar otra cosa. Un poco más adelante se encuentra el Centro de Interpretación de la Cultura Judía en Montpellier pero…, también estaba cerrado. Como os digo pasear por el centro de Montpellier es una delicia pero a esas horas y en agosto encontraréis casi todo cerrado, incluyendo bares y restaurantes. Unas calles más allá del Centro de Interpretación de la Cultura Judía se encuentran el edificio del Rectorado de la Universidad de Montpellier y la Catedral, edificio este que destaca por la pureza del estilo gótico que exhibe, si bien nosotros, como venía siendo habitual, nos tuvimos que conformar con disfrutar de la belleza externa. Tras dejar atrás la Catedral, por uno de los arcos que daban la entrada a la ciudad vieja, llegamos al Boulevard Henri IV y frente a él el Jardin des Plantes. Por este camino se puede apreciar, entre las distintas construcciones superpuestas, los restos de la muralla medieval, hasta desembocar en la Universidad. De aquí a un paso la Esplanade Charles de Gauille y les Jardins du Champs de Mars. Aquí se suelen dar cita distintos mercados de artistas, así como numerosas actividades recreativas, para todas las edades. En estos interesantes jardines y lugar muy animado de la ciudad descansamos un poco antes de dirigirnos hacia el parking donde teníamos nuestro coche, distante a escasos minutos del lugar donde nos encontrábamos. Animo a todos los que visiten estas tierras del sur de Francia a que no se marchen sin conocer Montpellier, estoy seguro que no os defraudará.

sábado, 8 de noviembre de 2008

DE RUTA POR EL SUR DE FRANCIA


Capítulo II


Jueves 21 de agosto de 2008

Pertrechados ya de estos elementos que iban a conseguir que nuestro viaje fuera mucho más cómodo, volvimos al camino, Valencia quedaba a la vuelta de la esquina, así como el comienzo de la autopista, tipo de carretera que ya no íbamos a abandonar hasta pasado Montpellier. La noche estaba a punto de caer, con lo cual las paradas fueron más frecuentes, por aquello del cansancio visual. Las dos más importantes, antes de llegar a nuestro destino, fueron poco después de pasar la Ciudad Condal, la primera, y, después de pasar la frontera, poco después de Perpignan, área de servicio que elegimos para dormir unas cuantas horas. Aquello estaba animadísimo, apenas si quedaban plazas libres de aparcamiento cuando llegamos, creo no equivocarme al decir que más del 90% de los que allí se encontraban eran magrebíes de vuelta tras la operación paso del Estrecho, con sus furgonetas, monovolúmenes y demás vehículos colmaditos de niños, así como numerosos y variados enseres. Cabía dudar si habíamos alcanzado territorio francés o estábamos en algún país del Magreb.

Cuando despertamos, bastante descansados, sólo nos separaban poco más de dos horas de nuestro destino. Serían poco más de las once de la mañana cuando llegamos a la Ville du Sommieres.

Viernes 22 de agosto de 2008

Sommieres

Sommieres es una localidad del departamento de Gard en el Languedoc-Rosellón, con una población cercana a los 5.000 habitantes según el censo de 2008.

Es esta una Villa de la Francia rural más auténtica, de esas que merece la pena descubrir con la debida tranquilidad. Con su castillo en lo alto del pueblo, sus pequeños y encantadores comercios, muy bien surtidos teniendo en cuenta sus dimensiones y su población. Es un pueblo sosegado, pero no aletargado, todo lo contrario, no le falta un detalle, más bien son múltiples los encantadores detalles que ofrece. Por ejemplo a dos pasos del apartamento, en la calle principal del casco viejo, encontrabas de todo; pescadería, carnicería, farmacia, frutería, zapatería, tienda de regalos, bombonería y, de lo que no nos olvidaremos fácilmente, será de su panadería, ¡oh, qué gozada de panadería!, su nombre: La Casa de los Mil panes (La maison des mille pains), no sé si tanto como mil tipos de panes distintos, pero desde luego encontrabas una variedad de lo más sugerente y, además, con su horno de leña y todo, verdaderamente fascinante, esta era la primera visita del día para mí, bajar a comprar el pan para desayunar, ¡qué delicia! Bonjour Monsieur qu'est-ce vous désire? ¡oh, qué bien sonaba eso por la mañana! y yo, como podía, le respondía; une pièce de pain, s'il vous plaît. Y de vuelta al apartamento para gozar de un petit dejeuner preparado por dos gaditanos; zumo de frutas, de lo más exótico, made in France, alguna pastita o yogur, también made in France y, por último, antes de que se enfriara, la gozada del pan de leña untado con mantequilla francesa, sin olvidar un buen descafeinado o un buen vasote de leche con Banania, la versión francesa del Colacao, ojito, todo hay que decirlo, para conseguir que la leche adquiera un ligero color a cacao tienes que echar cuando menos de 8 ó 9 cucharadas, hasta entonces aquello seguía sabiendo más a leche que a otra cosa, si bien, y no es por hacer publicidad, yo me quedo con el colacao, pero del que tomaba cuando era un niño. En la frutería que se encontraba a pocos pasos del arco de entrada a la ciudad vieja solíamos comprar unas fresitas belgas (las podéis ver en la foto del capítulo I) que estaban deliciosas, a nuestro hijo le encantaban. Aquí hemos comprado unas, procedentes de Valladolid, que se parecen ligeramente en su sabor y tamaño a las belgas, pero sólo ligeramente, las belgas eran de textura blanda y sencillamente deliciosas.

De Sommieres no podéis marcharos sin pasear junto al río, sobre todo al amanecer y al atardecer, cuando el cielo y el río se funden para conformar un paisaje absolutamente encantador. Los colores del atardecer son muy hermosos asomados a la balaustrada del puente que desemboca en la puerta de entrada principal a la ciudad vieja. Y en el amanecer, como teníamos que dejar el coche aparcado al otro lado del río, en un aparcamiento gratuito, cruzábamos todos los días el río, junto al puente movible unas pequeñas colonias de patos tenían sus nidos, entre los cañaverales de la ribera, y allí iban ellos; mamá pata con todos sus patitos tras ella, era de lo más simpático, daba gusto empezar el día con esa hermosa y tierna imagen.

Al otro lado, en el punto más elevado de la Ville de Sommieres, se encontraba su castillo, bella edificación de época medieval, desde el que se divisaba una hermosa estampa del pueblo y sus alrededores.

Y a pocos pasos también del apartamento las dos plazas más bellas y concurridas, particularmente la Place de la Republique donde, dos noches antes de irnos, se dio cita a un animado y atractivo mercado. En el mismo adquirimos un bonito termómetro que hoy adorna una de las paredes de nuestro salón.

El estilo arquitectónico que predomina en la Ville de Sommieres es el gótico, debido a su carácter de villa medieval. Son numerosos los detalles de este bello estilo en las esquinas de las calles principales con vanos a modo de hornacinas, en arcadas, en las fachadas de casas e iglesias…

Para surtirnos de avituallamiento nosotros íbamos a comprar, y os lo recomiendo, por su precio, calidad y variedad de artículos, al INTERMARCHÉ Les Mousquetaires, creo que ya es posible encontrarlo en algunas zonas de España, particularmente en el Levante.

No quiero terminar este relato dedicado a nuestro primer día por el sur de Francia sin volver a recomendar la visita, si os movéis por estos lares, a la Ville de Sommieres.

Nos vemos…

DE RUTA POR EL SUR DE FRANCIA


Capítulo I


Jueves 21 de agosto. Camino de Francia.

Comencemos con el relato de nuestra última escapada a Francia, que ya va siendo hora, antes de que numerosísimos detalles se vayan definitivamente de las neuronas de mi memoria.

Al día y medio después de llegar de Italia, por la tarde nos pusimos a navegar por Internet, buscando información sobre el sur de Francia, y buscando y encontrando empezamos a divagar; bueno, ¿y por qué no nos vamos para Francia?, aún tenemos varios días de vacaciones, ¿sí, por qué no?, del viaje a Italia había quedado libre más dinero del inicialmente previsto, también lo había de la economía doméstica y nos sobraban ganas por conocer nuevos lugares. Así es que nos pusimos manos a la obra y en poco más de una hora ya teníamos un apartamento alquilado en la Villa de Sommieres, en el departamento de Gard, a escasa media hora de Montpellier. La dirección en Internet del apartamento, para quien le pueda interesar es la siguiente:

http://www.homelidays.com/ES-Alquileres-Vacaciones/110_Search/SearchList.asp?MODEAFFICHAGE=NONE&TYPE=APPAR%2C+STUDIO%2C+AGRI&NBPERSONNES=3&ADR_PAYS=FR&ADR_LOCALISATION=FR+LANGUEDOCROUS+30-GARD&noregion=No+disponible&IDX_LOCALISATION=62&DESTINATION=Sommieres&JOURDEBUT=&MOISANNEEDEBUT=&JOURFIN=&MOISANNEEFIN=&PK=


Las maletas estaban todavía sin guardar, lógicamente, con lo cual sólo faltaba por reponer ropas y algunos otros artículos necesarios, en este caso, para un viaje en coche desde casa. Después de las maletas, esa misma tarde fuimos a un centro comercial, cuyo nombre no lo diré aquí, por no hacer publicidad, para comprar una nevera de mayores dimensiones, algunos víveres y, por último, un dvd de coche para nuestro hijo, íbamos a pegarnos muchas horas de viaje y él se las iba a pegar sólo en el sofá trasero, con lo cual nos decidimos por hacer esta compra, de la cual, a día de hoy, estamos cada día más contentos, pues los trayectos en coche fueron, en todo momento, sumamente relajados, tanto para él como para nosotros.

A la mañana siguiente bien temprano, y siguiendo las indicaciones de la ruta recomendada por la guía Michelin en Internet, nos marchamos de casa cargados de maletas, pero sobre todo de mucha ilusión. La ilusión de salir camino de Francia con nuestro nuevo coche. Por delante teníamos muchísimos kilómetros por recorrer y otras tantas horas hasta llegar a nuestro destino, pero, como os digo, nuestra ilusión superaba con creces todo eso.

La ruta elegida iba en busca de Andalucía oriental, en principio dirección Granada tomando el desvío de Utrera en busca de la Autovía del 92. Y siendo así, la primera parada la hicimos en un restaurante de carretera ya conocido por nosotros de otros viajes realizados por estas tierras. El susodicho se llama Hostal Restaurante Río Blanco, está situado muy cerca de la localidad sevillana de Aguadulce. Aquí te ponen un pan tostaíto muy rico con un aceite delicioso. Creo que el boca a boca ha hecho de este restaurante un lugar de paso imperdible si te mueves por esta ruta. En una escapada de fin de semana que hicimos para conocer Osuna y Aguadulce, dos pueblos muy interesantes, cada uno por aspectos distintos, de la provincia de Sevilla, también nos hospedamos en este lugar. Y os puedo asegurar que tanto habitaciones como el servicio dan nota alta en una relación calidad-precio.

Tras la sustanciosa parada seguimos nuestro camino por tierras andaluzas, muy cerca ya de la provincia que más me agrada de Andalucía, perdón si alguien se molesta, pero es lo que siento y así lo digo; GRANADA. Granada por su capital, bellísima y con muy diversas actividades que hacer para disfrutar de la estancia. Granada por sus pueblos, no mencionaré aquí ninguno para que no se enfaden los demás. Granada por sus paisajes, donde pasas, en la misma provincia, de paisajes de clima subtropical a paisajes alpinos, en fin Granada, en esta ocasión, la íbamos a pasar de largo, no sin disfrutar del paisaje que nos iba regalando en nuestro recorrido, pero de paso, no convenía detenerse, en primer lugar por el intenso calor que en agosto se padece en la capital y, en segundo lugar, porque nos haría retrasar bastante el arribo a Francia.

La siguiente parada iba a ser en la frontera entre el reino de Granada y el de Almería. Aquí paramos en un “área de descanso” por llamarlo de alguna manera, donde venden muchísimos artículos de artesanía, para nuestro gusto un poco bastota, pero donde la gente, como nosotros, se detiene para estirar un poco las piernas y ya de camino echarle un ojito a las cosas que por allá venden. La cuestión es que normalmente suele caer algo en el maletero, si bien este no fue nuestro caso por lo antes dicho. El calor comenzaba ya a apretar, y de lo lindo, por estos lares, por lo que no convenía hacer muy larga la parada.

Nos adentramos en Almería, donde el calor apretaba ya de lo lindo, el reloj daba las tres de la tarde, tocaba volver a parar para comer algo, no porque diera el reloj las tres sino porque teníamos hambre, ¡qué leche! Nos detuvimos en una gasolinera en medio del desierto, con la esperanza de encontrar algo que mereciera la pena, pero nati, el bar, con muy mala pinta, estaba lleno, y los aparcamientos, recurriendo a la opción de tomar algo de lo que llevábamos, estaban ocupados todos los situados en sombra, lógicamente. Motivos todos, unidos al intenso calor, que lograron que los ánimos se exaltaran un poco, si bien, por suerte, fue el único momento, en todo el viaje, que esto sucedió. Lo mejor era irse de allí, repostar y aguantar el tirón, aquello no daba para más.

Cerquita de Murcia nos percatamos de que nuestro GPS no tenía mapas para Francia. Puede parecer esto una tontería, pero no os imagináis el cable que te echan estos aparatitos cuando sales a rulear por ahí y aún más si hablamos del extranjero. Vale que antes nos apañábamos con el típico mapa de carretera, que, por otra parte, salía más barato, pero es que lo de estos aparatitos no tiene nada que ver, los muy puñeteros te dejan en la misma puerta del destino que vayas buscando, indicándote, además, paso por paso lo que debes ir haciendo, creo que es de los mejores inventos, en cuanto a coches y carreteras se refiere, que se han hecho en los últimos tiempos. Bueno, de momento íbamos bien, no hacía falta recurrir a un GPS con más prestaciones, pero ya metidos en la provincia de Alicante nos encontramos a la izquierda de nuestro camino, o sea al lado contrario, con un centro comercial muy animado y surtido. Dimos la vuelta, para llegar a ese destino y, efectivamente, al centro comercial, creo que está en la localidad de Altea, no le faltaba un detalle, en cuanto a servicios se refiere. Entre ellos un centro del automóvil, donde nos surtimos de un adaptador de tres entradas para el coche, con el cual podríamos seguir cargando la batería del GPS y el Dvd para nuestro hijo. Mejor imposible. Al lado de este comercio, el centro comercial en sí, cuyo protagonista es uno muy popular y cuyo nombre tampoco voy a decir. La cuestión está que allí conseguimos, era el único que quedaba un GPS que estaba en promoción, a un precio estupendo, que incluía mapas de carreteras de toda Europa. Eso era mucho más de lo que íbamos buscando, así que no había que pensarlo mucho. Palante. Aprovechamos la visita al susodicho para comprar vituallas con las que asegurarnos la cena, en previsión de situaciones como las vividas en Almería. Desde luego viajar por libre es lo mejor que hay, por lo menos nosotros lo vemos así. Te paras donde y cuando te da la gana, haces lo que se apetece con tu tiempo de ocio, no sé, es una libertad que no tiene precio.

Perdonadme pero os tengo que dejar otra vez, que por aquí, por casa, toca ir desayunando. Nos vemos.


domingo, 2 de noviembre de 2008

DE RUTA POR EL SUR DE FRANCIA


Sé que debería comenzar estos relatos, comentarios..., por orden de antigüedad, pero como con mi tiempo libre intento hacer lo que se me apetece, voy a ir incluyendo la información como se me apetece. Y para estrenarme lo haré con nuestro último viaje por el país de La Marsellesa, el viaje que hicimos, porque se nos fue la olla, así de claro, este pasado agosto de 2008. Os cuento; estábamos recién llegados de Italia, en concreto llegamos a casa el martes 19 por la mañana, reventaítos, después de salir de Bergamo, en la Lombardía (Italia), el lunes 18 para tomar el avión en el aeropuerto de Milán con destino Madrid. A la terminal 4 llegamos alrededor de las 19:30 y, finalmente, entre recogida de maletas, que tardaron bastante en salir, pago del parking y demás menesteres, partimos camino de casa a eso de las 21:00 horas, con lo cual fue muy reducido el tramo de carretera que pudimos hacer con la luz del día. No habíamos salido aún de la Comunidad de Madrid cuando ya se hizo de noche, y vaya putada conducir tantas horas con la luz de los faros y poco más habiéndonos despertado tan temprano y con tantas vivencias acumuladas en un sólo día. El caso es que me dio por tomar el camino de regreso por donde vinimos; en busca de La Ruta de la Plata, que es muy bonita de día, no lo voy a negar, pero de noche, "la leche", no encuentras un alma, y al decir un alma me refiero a lo escasas que son las áreas de servicio, gasolineras, áreas de descanso..., en fin, que es tarea complicada la de parar para estirar las piernas y refrescarse un poco. Queridos amigos todos, os tengo que dejar por ahora, que vamos a ir desayunando, estamos a domingo 2 de noviembre y por aquí me llaman para desayunar, lo cual por otra parte agradezco porque tengo más hambre que el perro de un ciego. La foto que os dejo colgada fue tomada el último día en Bérgamo, poco antes de marcharnos del apartamento. Nos vemos...

sábado, 1 de noviembre de 2008

NUESTROS VIAJES POR FRANCIA


La intención de este blog es la de dar a conocer a los blogeantes nuestras impresiones recibidas en los distintos viajes realizados por Francia.